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También el buen tiempo nos acompañó en esta segunda ruta de pinsapares, esta vez por el de Los Reales de Genalguacil, el más al sur de los cuatro que jalonan la Sierra Bermeja, con los Abetos más meridionales de Continente Europeo y donde Boissier vió por primera vez los Pinsapos.
Iniciamos la marcha desde el Puerto de Peñas Blancas por pista forestal asfaltada que cruza un vigoroso pinar de Rodenos, con sotobosque de Madroños y Aulagas que empezaban a amarillear el paisaje.
Por doquier afloramientos de las bermejas peridotitas, roca madre que da nombre a la Sierra.
Accedemos al espeso bosque por el llamado Paseo de los Pinsapos, al principio con pinos acompañándolos, luego solos. Los vemos de todas edades y calidades, jóvenes, vetustos, vigorosos, decrépitos, algunos muertos en pie, etc. y lo más importante; áreas de regeneración natural con multitud pimpollos en apretada competencia bajo la sombra protectora de sus padres naturales y de los adoptivos: los Pinos.
Cruzando el incipiente arroyo del Algarrobo, se llega en seguida a la Plazoleta de los Pinsapos, bello paraje donde el terreno se allana, invitando a un descanso leyendo versos que Lorca dedicó a los árboles.
Luego, en el camino a los Realillos, el Pinsapar se aclara y aparecen, Jaras, Jaguarzos, Brezos, Matagallos...
Desde el cordel entre Los Realillos y Los Reales, vemos el Pinsapar de Casares, con muestras del incendio que lo asoló en 1995.
Al acercarnos a la cumbre la vegetación se achaparra y almohadilla; Aulagas, Tomillos, Enebros y alguna Coscoja.
De los numerosos endemismos de esta Sierra, sólo identificamos por su abundancia la Staehelina baetica, entre las rocas. Es una matita de la familia de las Compuestas y que tambien debemos su descubrimiento a Boissier.
Ya en la cumbre, Pendejos, Piornos, Agracejos.., retándonos a volver más adelante para ver y fotografiar sus flores.
Lo que sí pudimos fotografiar y admirar fué la impresionante panorámica desde Marbella a Gibraltar. Al norte: Genalguacil, Gaucin, Algotacin, Benarraba, Jubrique...como manchas blancas en un mar verde.
Cómodo descenso hasta el Refugio de Montaña Agustín Lozano, donde comimos.En la bajada por la pista forestal, llamó la atención de la concurrencia un voluminoso "nido de brujas" alojado en la copa un viejo Pino.
Espléndida ruta que nos deparó tanto las umbrías de los bosques como abiertas panorámicas.